La conquista de Europa Occidental por la Alemania nazi (Spanish Edition)

Los intentos europeos de apaciguarle, sobre todo en Munich en 1938, fracasaron, y la Alemania nazi se tragó Austria y Checoslovaquia en 1939. Italia también estaba en marcha e invadió Albania en abril de 1939. Sin embargo, la gota que colmó el vaso fue la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de ese año. Dos días después, Francia y Gran Bretaña declararon la guerra a Alemania, y la Segunda Guerra Mundial había comenzado en serio.

En particular, la campaña de Polonia se recuerda como una en la que un anticuado ejército polaco fue rápidamente vapuleado por el ejército más moderno del mundo. La única imagen de la invasión nazi-soviética de Polonia en 1939 que permanece en el imaginario popular es la de unos lanceros polacos cargando en un valeroso pero estúpido ataque contra los tanques alemanes. Originada como una pieza de propaganda nazi, paradójicamente adoptada por los polacos como un mito patriótico, la carga ficticia oculta los acontecimientos reales de septiembre de 1939. Superado en número, armamento y equipamiento, el ejército polaco infligió grandes pérdidas a la Wehrmacht invasora. De hecho, sólo el inesperado avance de las fuerzas soviéticas desde el este puso fin rápidamente a la lucha y vio cómo la república polaca volvía a dividirse tras sólo 20 años de independencia. No obstante, la campaña que dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial fue una sangrienta señal de lo que estaba por venir, ya que el conflicto se extendió por todo el mundo.

Sin embargo, hoy en día se pasa por alto el hecho de que, a medida que el poder de la Alemania nazi crecía de forma alarmante durante la década de 1930, los franceses buscaron medios para defender su territorio de la creciente amenaza del Reich de los Mil Años. Como artífices de las medidas más punitivas del Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial, Francia era un objetivo natural de las represalias teutonas, por lo que la Línea Maginot, una serie de puntos fuertes y fortificaciones interconectadas que recorrían gran parte de la frontera oriental francesa, ayudó a disipar los temores franceses de invasión.

La leyenda popular de la Línea Maginot retrata las defensas fronterizas como un inútil proyecto de "elefante blanco" que fue impulsado por un grave error de comprensión de las nuevas realidades de la guerra a mediados del siglo XX y rápidamente desbordado por el contundente avance de la blitzkrieg alemana. La jerga inglesa invoca hoy esta visión de la Línea Maginot como metáfora de cualquier medida defensiva en la que se cree firmemente pero que en realidad es inútil. De hecho, expresiones como "mentalidad de la Línea Maginot", que describe una mentalidad excesivamente defensiva y reactiva, perpetúan la leyenda. Como escribió un autor francés y enlace militar con los británicos, André Maurois, sobre su desilusión con la línea defensiva que en un principio apoyó con entusiasmo: "Ahora sabemos que el complejo de la línea Maginot era una peligrosa enfermedad de la mente; pero publico esto tal como fue escrito en enero de 1940".

En realidad, sin embargo, la Línea Maginot real demostró ser considerablemente más funcional de lo que ha servido la memoria . El verdadero fallo de la estrategia militar francesa durante los primeros días de la Segunda Guerra Mundial no residía en la confianza en las fortificaciones Maginot, sino en la negligencia del ejército a la hora de explotar las oportunidades militares que la Línea creaba. En otras palabras, la defensa fronteriza funcionó según lo previsto, pero las demás armas militares no la apoyaron lo suficiente como para detener a los alemanes. El ejército francés desaprovechó la oportunidad no porque existiera la Línea Maginot, sino porque no utilizó adecuadamente su propio plan defensivo; el mayor problema fue que los alemanes simplemente eludieron las intrincadas fortificaciones defensivas invadiendo la neutral Bélgica y virando hacia el sur, evitando así la Línea Maginot en su mayor parte.