Jonathan, de Cosey (completo)
Le Lombard, 1977-2013 | CBR | Spanish | 16 núm. (Completo) | 437 MB Totales
Le Lombard, 1977-2013 | CBR | Spanish | 16 núm. (Completo) | 437 MB Totales
En la época en la cual yo frecuentaba a Jonathan ambos teníamos 19 años, y si bien es cierto que él no se parecía en nada a un héroe de historietas, tampoco yo me aproximaba a la idea que puedan hacerse de un dibujante.
Compartíamos un gusto desmesurado por la práctica del esquí y por las motos de trial, la lectura de los Vedas -libros sagrados de la India-, Carl Gustav Jung y Woody Allen, además de una cantidad industrial de BD.
Una buena parte de nuestros fines de semana los pasamos entre los Alpes suizos, a caballo de nuestras motos de 250 cm cúbicos de cilindrada, con una traducción del Bhagavad-Gita en el bolsillo. Reconozco que conservo un recuerdo muy nostálgico.
Su comportamiento era, cuanto menos, extraño. Muchas veces lo he visto vacilar en tomar tal o tal cual avenida porque temía perderse del Gran Encuentro por equivocarse de camino. Luego me explicaba que todo lo que se busca en los otros y en la vida exterior se encontraba en nosotros mismos. Ambos sabíamos que su teoría se dirigía a él, exclusivamente a él; pero, unidos por una misteriosa complicidad, nos cuidábamos de no aclararlo.
Cuando era invitado a una fiesta sorpresa u otra reunión de jóvenes, él se distinguía por su combinación de encanto y de humor payasesco, que atraía las miradas de todas las muchachas del lugar. Admito haber sufrido un poco por eso.
Cualquier otro día, él se negaba a partir si no podíamos asegurarle que Arthur Rimbaud, Nicolás Flamel, su alma gemela o Leonardo da Vinci no estarían presentes.
A los 20 años se propuso ascender al Kilimanjaro en moto. Luego, repentinamente, tras haber leído un periódico, nos anunció que se dirigiría al Himalaya.
Dos años más tarde recibimos noticias de una clínica siquiátrica nepalesa, donde se encontraba internado, por amnesia parcial. Lo habían encontrado, casi muerto de hambre, en la frontera de Tibet y Nepal. Tres meses después de la primera carta de la clínica, el doctor nos comunicaba que Jonathan había huído.
Después, ninguna noticia. Nada. Pero yo sé dónde está Jonathan. Yo sé qué está haciendo. Se fue de nuevo al Himalaya, y es allí donde comienza este relato. Podemos, entonces, dudar justificadamente de la veracidad de esta historia, pero… sepan que jamás he abandonado a Jonathan. Jamás…
Compartíamos un gusto desmesurado por la práctica del esquí y por las motos de trial, la lectura de los Vedas -libros sagrados de la India-, Carl Gustav Jung y Woody Allen, además de una cantidad industrial de BD.
Una buena parte de nuestros fines de semana los pasamos entre los Alpes suizos, a caballo de nuestras motos de 250 cm cúbicos de cilindrada, con una traducción del Bhagavad-Gita en el bolsillo. Reconozco que conservo un recuerdo muy nostálgico.
Su comportamiento era, cuanto menos, extraño. Muchas veces lo he visto vacilar en tomar tal o tal cual avenida porque temía perderse del Gran Encuentro por equivocarse de camino. Luego me explicaba que todo lo que se busca en los otros y en la vida exterior se encontraba en nosotros mismos. Ambos sabíamos que su teoría se dirigía a él, exclusivamente a él; pero, unidos por una misteriosa complicidad, nos cuidábamos de no aclararlo.
Cuando era invitado a una fiesta sorpresa u otra reunión de jóvenes, él se distinguía por su combinación de encanto y de humor payasesco, que atraía las miradas de todas las muchachas del lugar. Admito haber sufrido un poco por eso.
Cualquier otro día, él se negaba a partir si no podíamos asegurarle que Arthur Rimbaud, Nicolás Flamel, su alma gemela o Leonardo da Vinci no estarían presentes.
A los 20 años se propuso ascender al Kilimanjaro en moto. Luego, repentinamente, tras haber leído un periódico, nos anunció que se dirigiría al Himalaya.
Dos años más tarde recibimos noticias de una clínica siquiátrica nepalesa, donde se encontraba internado, por amnesia parcial. Lo habían encontrado, casi muerto de hambre, en la frontera de Tibet y Nepal. Tres meses después de la primera carta de la clínica, el doctor nos comunicaba que Jonathan había huído.
Después, ninguna noticia. Nada. Pero yo sé dónde está Jonathan. Yo sé qué está haciendo. Se fue de nuevo al Himalaya, y es allí donde comienza este relato. Podemos, entonces, dudar justificadamente de la veracidad de esta historia, pero… sepan que jamás he abandonado a Jonathan. Jamás…